Quizás no lo sepas, pero su nombre, el de atún, proviene de una palabra griega que significa ‘ir corriendo’. Y es que, como bien saben las milenarias almadrabas de La Janda, los atunes rojos (Thunnus Thynnus), los grandes túnidos de nuestro océano, protagonizan todos los años una desesperada ‘carrera’ que les conduce desde el Atlántico hasta el Mediterráneo, en cuyas cálidas aguas desovan.
Pariente de melva, listado, bacoreta, atún de aleta amarilla o atún blanco, entre otros, el atún rojo es el de mayor dimensión y peso de su especie, con una longitud media en torno a los dos metros, llegando incluso hasta los cuatro, y un peso medio de 250 kilos.
Su carne es la más preciada de su especie y, probablemente, del conjunto de especies marinas. Exquisitez que tiene gran parte de su explicación en su rica dieta, compuesta por anchoas, caballas, calamares, peces voladores, crustáceos y kril.