Llega el mes de septiembre y, un año más, el tiempo parece haberse detenido en las entrañas del Parque Natural de Los Alcornocales.
Como hicieran sus antepasados, cuadrillas de hombres (corcheros, recogedores, arrieros, cargadores y pesadores) y mulas se adentran en el denso bosque de alcornoques para, con las primeras luces del día, escenificar una liturgia que forma parte del ADN de los pobladores de estas tierras.
Provistos de hachas y sabiduría, ‘desnudan’ uno por uno los alcornoques para extraerles el preciado corcho, uno de los productos más emblemáticos de este paisaje. Faena ancestral que realizan delicadamente, cuidando no dañar los alcornoques.
Descorche que es la máxima interpretación del aprovechamiento sostenible del entorno y origen de una rica e imaginativa artesanía que sigue muy viva.