Hace más de 6.000 años, en esta costa de tintes históricos y batallas que marcaron un antes y un después, aconteció uno de los grandes fenómenos naturales que dibujaron para ‘siempre’ su perfil. La formación de una gran lengua de arena fina que unió la mágica ‘isla’ de Trafalgar con la orilla del Parque Natural de la Breña y Marismas del Barbate.
Fenómeno que tuvo lugar cuando el nivel del mar alcanzó su cota actual, dando origen a uno de esos enclaves que, sin palabras, explican el incuestionable poder hipnótico de este rincón del Atlántico.
Tómbolo de espectaculares sistemas dunares, en los que, a un lado y a otro, habitan azucenas marinas, cardos y alhelíes de mar, juncos, lentiscos, artemisias, sabinas, lentiscos y clavellinas. Paisaje en verde, ocres y azules que sobrevuelan charranes, garcetas, andarríos… y que pinta uno de los atardeceres más bellos que existen en el mundo.